13 octubre 2014

Había dejado de escribir sus miedos y deseos, y miraba la vida de manera distinta.
Ya no escribía sobre amores imposibles, ni sobre el miedo de perder la cabeza en cualquier esquina. En realidad ya no solía mirar con ojos ilusionados lo que veía, ni creía en palabras que no saliesen de su boca. Alguna que otra vez se chocó con algunos besos, algunos ratos y un colchón, pero nada que no olvidase en pocos segundos. Se había vuelto fría, pero a la vez más intensa. No quería compañía, y aveces la extrañaba. La verdad que tenía buenos días y demasiadas noches largas, pero le iba bien. Bastante bien. Hasta que...


deje de escribir mis penas, para vivir alegrías